Heraldo de Aragón / Sergio del Molino / Zaragoza
HISTORIA
Turismo de trinchera
Se acaba ya el 70 aniversario de la Guerra Civil. Atrás quedan tres años en los que se han recuperado cientos de restos de la contienda en Aragón que hoy se pueden visitar en muchas comarcas.
Quedan dos semanas justas para que acaben las conmemoraciones de la guerra civil española. En teoría, el 1 de abril deberían apagarse los fastos memorialísticos -ya bastante menguados de por sí-, porque ese mismo día hará exactamente 70 años desde que Franco firmó el último parte bélico, aquel que incluía la célebre y escueta frase de la victoria, «vencido y desarmado el Ejército Rojo», y remataba con: «La guerra ha terminado».
Se cierran ahora tres años en los que la palabra ‘memoria’ se ha repetido y escrito hasta la saciedad. Tres años en los que se han aprobado leyes que han puesto de uñas a gente de muy variado pelaje y se han avivado polémicas de calibre grueso. Tres años en los que la lejana guerra ha vuelto como tema de discusión en mil foros políticos. A veces, con un tono muy virulento. El resultado y los efectos de esta hiperinflación memorialística en la sociedad española están todavía por ver. Pero si hay algo claro en lo que tirios y troyanos pueden coincidir es que la Guerra Civil sigue interesando. Y mucho: ahí están los ‘best-sellers’ publicados en estos años. Entre los más recientes, ‘Los girasoles ciegos’.
La literatura y el cine han aprovechado a fondo la veta de la memoria, pero hay otro legado de esta moda memorialística, especialmente visible en el paisaje de Aragón, que va a quedar como reclamo turístico y cultural en muchas comarcas de la comunidad. Además -cosa extraña en materia de tan alto voltaje-, las iniciativas de este tipo desarrolladas en Aragón, salvo casos puntuales (los más sensibles: exhumación de fosas, cambio de nombre de calles…), no han reavivado odios ni enconos. En las actividades han participado desde militares de la AGM hasta hijos de represaliados, y en general han sido bien recibidas por el público.
Compromiso autonómico
De todas las administraciones españolas, la aragonesa ha sido una de las que más se ha volcado estos últimos años en explorar y explotar el filón del 70 aniversario de la tragedia de 1936-1939. En 2004, dos años antes de que empezasen oficialmente las conmemoraciones, la Dirección General de Patrimonio de la DGA creó el programa Amarga Memoria, un contenedor de iniciativas de muy diverso tono que sigue en marcha, al menos, hasta final de año: libros, exposiciones, proyectos de investigación histórica, documentales y, especialmente, la recuperación de los vestigios físicos de la contienda en el territorio aragonés.
Quizá lo más llamativo, y lo que más visitantes atrae, sea la llamada Ruta Orwell, desarrollada por la Comarca de los Monegros con financiación autonómica. Ha sido todo un espaldarazo en una zona que ha descubierto que su legado histórico puede convertirse en el gancho definitivo que anime el alicaído y ansiado turismo rural.
La Ruta Orwell se puede visitar en la Sierra de Alcubierre, en el límite provincial entre Zaragoza y Huesca, en los parajes donde combatió -en el bando republicano- el escritor Eric Blair, nombre real de George Orwell. La dura experiencia del autor de ‘Rebelión en la granja’ en el frente de Aragón quedó plasmada en los primeros capítulos de ‘Homenaje a Cataluña’, donde describió con detalle y precisión los horrores de la guerra en unos pueblos míseros y devastados. Allí fue herido, y arrastró las secuelas de aquel disparo toda su vida.
La Comarca de Monegros ha restaurado y reconstruido varios kilómetros de trincheras en las lomas de Alcubierre, y ha recreado una posición fortificada de la que solo quedaban unos restos. Todo el recorrido está ‘musealizado’ y pensado para que el visitante se haga una idea lo más exacta posible de las condiciones en las que luchaban republicanos y franquistas en las serranías monegrinas. Faltan, eso sí, los olores: la mugre y la descomposición que Orwell describía en sus textos y que, obviamente, no están recreadas.
Esta propuesta no es un caso aislado. El historiador Fernando Martínez de Baños, experto en la Guerra Civil y coronel de artillería en la reserva, ha recorrido palmo a palmo toda la línea norte-sur de lo que fue el frente de Aragón en busca de restos de trincheras, búnkeres y fortificaciones de ambos bandos. Después de años de trabajo, ha publicado el primer volumen del libro ilustrado ‘Vestigios de la guerra civil en Aragón’, dedicado a la provincia de Zaragoza. Próximamente aparecerán los de Huesca y los de Teruel.
Yacimientos
Esta obra ha servido como base para que los arqueólogos adscritos al Gobierno de Aragón estudien, cataloguen y restauren esos restos, muchos de los cuales se pueden visitar hoy. De hecho, uno de los logros principales de Amarga Memoria, como destaca un documento interno de la DGA, es la incorporación de este patrimonio a la Carta Arqueológica de Aragón, «activándose de esta manera los procedimientos de control que se aplican sobre todos los yacimientos arqueológicos, con el fin de evitar posibles afecciones sobre estos restos».
Así, el trabajo de Martínez de Baños ha permitido incorporar a las rutas de este ‘turismo de guerra’ un campamento de maquis de la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón situado en el término municipal de Albarracín, un fortín con ventanas de tirador en el Alto de la Cruz de Bezas (Teruel) o un viejo puesto fronterizo de la Guardia Civil, que vigilaba a los maquis, en el Tozal del Vado, cerca de Benasque.
Más espectaculares son las fortificaciones defensivas que se han reconstruido en Sarrión, con pasadizos excavados en la misma roca. El complejo está señalizado y se puede recorrer a pie, disfrutando de las vistas de la comarca de Gúdar-Javalambre que se dominan desde esas alturas. Muy cerca de Zaragoza se han recuperado dos restos muy simbólicos: las fortificaciones del Vértice Parapetos, en Jaulín, y de Sierra Gorda, en Fuendetodos. La primera era franquista, y la segunda, republicana, y estaban frente a frente, separadas por muy poca distancia.
El Plan Director del Pueblo Viejo de Belchite también se incorporó a Amarga Memoria, pero parece que las obras de consolidación no terminan de ejecutarse, y las ruinas se están dañando mucho, amenazando con perderse del todo.
Entre los documentales que se han rodado al calor del aniversario, y que quedan como parte destacada del legado de estos años, se encuentran ‘Bielsa. El puerto de hielo’, de Cortina, Abrisqueta y Delgado; ‘La sublevación de Jaca’, de Miguel Lobera, y ‘Las ilusiones perdidas’, de Eugenio Monesma. Y todo esto es solo una muestra.