Diario de Teruel / Miguel Ángel Artigas Gracia / El Campillo
Restos de una fortificación, con varias latas de comida que alguien agrupó ahí
Explanada que albergó el campamento republicano de la 41ª División
En la imagen se observa la enorme vaguada antes de la Muela de Teruel que se domina desde las defensas del Pico del Zorro.
Suplemento T
Memoria Histórica. Un paseo por el paraje del pico del zorro, entre El Campillo y Bezas
Recorriendo los paisajes de la guerra
A finales de 1937 toda Europa miraba hacia Teruel. En juego estaba que las tropas germanófilas de Franco recuperaran su aura de invencibilidad y su prestigio militar o que las aliadófilas de la República mantuvieran en su poder la primera capital de provincia conquistada a los sublevados. El pico del Zorro y los parajes de El Campillo, también conocidos como el Rincón del Molinero, adquirieron un especial protagonismo. Defendidos por la 41ª División republicana, eran una posición elevada sin cuyo control era imposible acceder a la Muela de Teruel.
El ejército republicano empleó abundante material y mano de obra para fortificar la zona con trincheras de hormigón y nidos de ametralladoras. La 82ª División franquista, al mando del general gaditano José Enrique Varela, lanzó la ofensiva el 22 de diciembre, con temperaturas cercanas a los -20 grados. Tras ser conquistada y reconquistada, y después de terribles combates, el 30 de diciembre las posiciones eran tomadas por Varela. Al mismo tiempo otras columnas del ejército rebelde avanzaban desde Alfambra hacia Teruel, cerrando la pinza que permitió que el 22 de febrero la ciudad devastada cayera de nuevo en manos franquistas.
Museo a cielo abierto
Hoy en día, casi 80 años después, la zona es un interesante museo a cielo abierto que ofrece un desgarrador testimonio de aquellos días en forma de trincheras, construcciones defensivas, restos de munición, proyectiles, latas de comida o suelas de zapato. No es el único, ni mucho menos, de los que existen en torno a Teruel, pero es el que eligió Vestigios de la Guerra Civil en Teruel para realizar su primera salida al monte.
Vestigios de la Guerra Civil en Teruel no es una organización ni una asociación, sino un grupo de facebook creado por el turolense Jorge Frías, que ayer reunió a una docena de personas, la mayor parte de las cuales no se conocían entre si, y que tenían en común una afición por la historia, la guerra civil, o simplemente por patear el monte en buena compañía.
«Esto no es una asociación con guías, o de expertos», asegura Jorge Frías, «sino un grupo informal de personas en el que todo el mundo puede proponer salidas, dar ideas y colgar información».
«Se trata de intercambiar información entre aquellos a quienes nos gusta esto», explica el turolense residente en Utrillas, «y enseñarle todo esto a quien no lo conoce, porque esto es un patrimonio histórico que hay que conocer y respetar».
El grupo se define apolítico. «Discutir sobre política está muy bien y es necesario, pero para eso existen otros foros distintos», explica Juan Villena, otro gran conocedor de parajes de valor histórico de la provincia.
Cerca de la carretera
El paraje del Pico del Zorro tiene algo de lunar, si en la Luna crecieran matorrales bajos, aunque está realmente cerca de la carretera. En el kilómetro 14 de la A-1513 entre El Campillo y Bezas, unos metros antes del límite comarcal con la Sierra de Albarracín, una buena pista de tierra sale a la izquierda. A los pocos metros deja al pie del Pico del Zorro, que en realidad es una sucesión de cabezos y vaguadas que en 1937 debió de parecerles interminable a los combatientes de uno y otro lado. A partir de ahí se comienza un ascenso asequible de unos 100 metros hasta la primera elevación. Vigila desde hace 80 años pero para el ojo inexperto no se revela hasta que la tienes encima; ahí mismo comienza una intrincada red de trincheras, fortificaciones y defensas que cruzan los cabezos y dominan el amplio paso hacia Teruel.
«Si pudieramos quitar toda la vegetación y mirar esto desde arriba, sería increíble», comenta Jorge Frías. «Aquí hay una red de trincheras enorme, aunque buena parte de ellas ya están destruidas».
Mientras el grupo pasea circundando las posiciones para hacerse una idea del extenso territorio que defienden, comienzan a salir esquirlas de metralla, restos de obús, latas de comida oxidadas, grafittis, alguna suela de bota e incluso restos de vasijas de barro.
Y eso que los chatarreros de la postguerra, impulsados por la miseria de la España franquista, prácticamente esquilmaron todos los restos metálicos de la zona para venderlos. Muchos de ellos perdieron algún miembro o incluso la vida cargando restos, que en ocasiones hacían explosión. «Hoy en día sigue siendo posible, aunque muy difícil, encontrar algún obús entero». En esos casos, explica Frías, hay que señalizarlo y avisar inmediatamente a la Guardia Civil. Hoy en día existe una fiebre de coleccionismo de material bélico, y algunas tricheras son saqueadas incluso con detectores ilegales de metal. Frías se agacha cada vez que observa un pedazo de metal, lo palpa, lo estudia y lo devuelve al suelo:?»Yo creo que no hay que llevarse estas cosas porque son vestigios históricos que hay que conservar en el lugar, a no ser que fueran grandez hallazgos que entonces tendrían que estar en un museo. Si todos nos lleváramos una lata, dentro de diez años los que vinieran no verían nada». A este respecto, Jorge Frías añade que «es una lástima que Teruel todavía no cuente con un museo sobre la guerra civil, y que sitios como este se conozcan tan poco».
Tras ver varias trincheras en diferente estado de conservación, alguna de ellas francamente bueno, el grupo llega a una explanada situada en una hondonada. Es un lugar peculiar, prácticamente el único desde donde no se ve –y por tanto permance invisible– la vecina Peña la Cruz. «Este es el lugar más resguardado de la zona, y estamos rodeados de montes llenos de defensas», explica Juan Villena. «Por eso estaba instalado aquí el centro de operaciones de la defensa, donde los soldados comían y dormían antes y después de cada guardia en las trincheras de alrededor». Como testigos, alineaciones de piedras que en su día sirvieron para sujetar las tiendas de campaña formando las calles del campamento militar republicano.
Consultando sus GPS, Villena, Frías y el resto de miembros del grupo regresa a los coches circundando otra zona de defensas, mientras intercambian información sobre más vestigios y restos por la zona. Las plataformas digitales y la tecnología han revolucionado esta afición por visitar la historia a pie de monte, ya que casi todos que la cultivan realizan rutas, las documentan y comparten por internet. La tecnología ha facilitado el acceso a la información sobre restos y localizaciones con una precisión de unos pocos metros, en toda la geografía española, y además permite poner en contacto a personas con la misma afición en común. Ayer mismo doce personas desconocidas entre sí compartieron un interesante viaje en el tiempo gracias a facebook. Y no será la última salida que organice el grupo Vestigios de la Guerra Civil en Teruel a través de internet.