Se celebraron fiesta de Moros y Cristianos, aunque durante muy breve tiempo y se extinguiría a finales del siglo pasado o principios del XX. Probablemente por la influencia levantina en la zona o la misma tradición mora de la serranía. De ella poco sabemos, tal vez lo más destacable fuera su falta de ortodoxia pues en ausencia de alardes en las vestimentas y puesta en escena, los amagos de “cruentas” luchas, altercados, avanzando y retrocediendo como locos, lanzándose toda serie de insultos y desafíos pasaban a ser la forma singular de celebrarla.
Nos podemos imaginar a aquellas tropas tan heterogéneas; soldados de a pie, jinetes de mil trazas dando descomunales zancadas, montados en burros, mulos y algún raquítico jamelgo, dándose mamporros intencionados con lo que de alguna manera saldaban sus mutuas deudas; no podemos olvidar el conglomerado de familias rústicas y duras de mollera como ya demostraron desde el siglo XVI que poblaba la zona.
Nos decían los mayores del lugar que la fiesta era muy fiera y emotiva, para satisfacción de los contendientes y la chiquillería. Como final, una gran comilona, buenos tragos de vino, bailes y chirigotas al estilo hasta bien entrada la noche.