Bezas, los vecinos han preferido seguir como concejo.

El periódico de Aragón / M. Franco

¿Asamblea o concejales?

La mayoría de concejos abiertos prefiere tener ayuntamientos de cinco ediles. Las dificultades para tener quórum y la agilidad en la gestión son las principales razones.

La respuesta ha sido masiva. Solo una veintena de los 140 municipios aragoneses de entre 40 y 99 vecinos quiere seguir como concejo abierto. El resto prefiere dejar el régimen asambleario.

Las razones, en general, están claras. La más obvia, la comodidad y la eficacia. Los concejos abiertos requieren que un tercio de los vecinos del municipio acuda a las asambleas para poder celebrar una sesión. En la práctica, este quórum no siempre es fácil de alcanzar.

Así lo explica el alcalde de Trasmoz, Javier Moliner, que asegura que el cambio agilizará el funcionamiento y la gestión. Este pueblo aprobó por unanimidad el cambio. No hubo nadie que dijera que no. «Cuando empiezan las legislaturas, la gente está motivada y acude siempre, pero luego casi hay que salir a buscarlos –explica–. Y ya cuando lo que se requiere es mayoría absoluta, ni te cuento». Esta situación, aparentemente simple, puede llegar a poner en peligro actuaciones si estas dependen de subvenciones que han de ser aprobadas con rapidez.

De manera similar se expresa el primer edil de Grisel, José María Miranda, que señala que con este cambio se pretende «intentar llevar el ayuntamiento lo mejor posible». Aunque cada vecino puede delegar su voto en otra persona, en la práctica, es complicado. «Así no hay que molestar a todo el mundo, y en un pueblo pequeño todo el mundo se entera igual», resume. Más rotundo se muestra el regidor de El Buste, Jesús Villalba, que sentencia que los concejos abiertos «no dan más que problemas».

Varios colores

Este, sin embargo, no es el único motivo por el que tantos consistorios han optado por el cambio. «Es bueno que haya varios colores, porque si no, el alcalde sale elegido y ya decide el equipo, que lógicamente sale de los suyos», resume Moliner.

Por otra parte, la necesidad de quórum puede llegar a bloquear un ayuntamiento si un grupo de vecinos se niega a acudir a los plenos repetidamente. «Si un alcalde tiene algún problema personal con una familia y estos no quieran bajar a las asambleas, se para todo –advierte–. Al final, pueden pasar seis meses sin celebrar una sesión». Este es un problema al que ya tuvo que enfrentarse la anterior corporación. «El primer edil se va encargando de que haya el mínimo legal, pero puedes perder subvenciones», explica.

En Bezas, el pleno decidió por mayoría seguir como concejo. «Hay razones de todo tipo, pero no hubo ningún voto para cambiar y continuaremos así –explica su alcalde, Alejandro Alonso–. Si llegamos a cien habitantes, habrá que ver lo que pasa».

Participativo

Alonso admite que la necesidad de quórum es un problema, pero aprecia el sistema. «Es una forma de gobierno muy democrático, todo el mundo participa», recuerda, si bien lamenta que la gente «se acomoda, porque saben que ya está allí el alcalde para hacerlo todo».

A su juicio, los concejos abiertos también pueden contribuir a reducir las tensiones. «En los pueblos pequeños, a veces, puede haber muchas divisiones y se crean enfrentamientos por los partidos, pero así todo el mundo expresa su opinión».

Si todo sigue según lo previsto, los pueblos que decidan pasar a tener ayuntamientos experimentarán la novedad en las elecciones del 2011. Queda por ver cómo se adaptan los vecinos al nuevo sistema electoral. «¡La gente no sabrá votar, con listas y todo!», bromea el alcalde de Trasmoz, que aún no sabe si repetirá en los próximos comicios. «Al final, en un pueblo da igual que te presentes con asamblea o con concejales, pero se ganará agilidad», valora.

WordPress Video Lightbox