Heraldo de Aragón / Guadalaviar
La trashumancia, un vínculo sin fronteras
Una delegación de pastores de las llanuras húngaras constituyó ayer el principal atractivo del Encuentro Internacional que, cada año, muestra las peculiaridades y afinidades de la trashumancia en distintos países
La trashumancia, una actividad tradicional en la sierra de Albarracín, se ha convertido en un estrecho lazo de unión de la comarca con pueblos ganaderos separados de la provincia por miles de kilómetros, gracias al Encuentro Internacional de Pastores, Nómadas y Trashumantes, que se celebra en Guadalaviar y este año alcanza su séptima edición. La localidad anfitriona es, además, el centro de un potente foco de ganaderos trashumantes que, cada invierno, desplazan sus rebaños de ovejas y vacas desde los Montes Universales a Andalucía y La Mancha, para regresar en primavera. Este año, los invitados al Encuentro proceden de Puszta, una extensa llanura de Hungría en la que, secularmente, se ha practicado el traslado estacional del ganado en busca de pastos y un clima benigno para sus reses. Vestidos a la usanza tradicional, los pastores húngaros muestran durante el fin de semana sus costumbres a los homólogos turolenses.
Los trashumantes húngaros desplazados a Guadalaviar, criadores de caballos, pertenecen a la élite ganadera de su país. Según explicó el director del Museo de la Trashumancia de Guadalaviar y encargado de la organización del Encuentro, Javier Martínez, «en Hungría se considera que el ganado que da más prestigio es el caballar, seguido del vacuno y terminando por el ovino».
Sin embargo, la trashumancia está en regresión en Hungría, al igual que ocurre con la que se practica en las sierras turolenses de Albarracín y el Maestrazgo. Las fronteras políticas establecidas tras la II Guerra Mundial cercenaron las posibilidades de trashumar desde las llanuras húngaras a sus destinos de costumbre, lo que ha convertido la trashumancia en un recuerdo que permanece, no obstante, en forma de una cultura, de la que «se sienten muy orgullosos».
Los pastores húngaros mostraron ante el público asistente al Encuentro Internacional -muchos de ellos trashumantes de la sierra de Albarracín- distintos aspectos de su cultura, como el manejo del látigo, su artesanía o su gastronomía. Una pradera cercana a la localidad fue el escenario elegido ayer para la degustación popular de un plato típico de los ganaderos magiares, el «gulyas».
La delegación húngara manifestó su sorpresa por la existencia de trashumantes en España y, sobre todo, por el paisaje quebrado de la sierra de Albarracín, un contraste radical con las interminables llanuras de las que proceden. «Aquí -bromeó Martínez- les encanta subirse a las montañas». Por su parte, sus colegas turolenses se sorprendieron de la condición casi «funcionarial» de los pastores magiares, que trabajan a sueldo para el organismo gestor del parque nacional Hortobágy, que considera el pastoreo una actividad imprescindible para la conservación de paisaje al evitar el crecimiento descontrolado del sotobosque, entre otras funciones.
El vicepresidente en España de Slow Food -una tendencia que aboga por los alimentos naturales y la preparación tradicional como oposición a la comida rápida-, Jorge Hernández, resaltó en la conferencia que pronunció que la carne procedente de ganados trashumantes es más saludable y tiene más calidad que la de animales estabulados, debido a su alimentación con pastos y la crianza al aire libre.
Los pastores húngaros son los últimos invitados del Encuentro Internacional, que cada año trae a Guadalaviar a algún pueblo vinculado a las trashumancia o el nomadismo, como ha ocurrido con los lapones de Finlandia, masai de Kenia, bereberes de Marruecos, pastores franceses de la Bigorre, vaqueros de los Alpes, pigmeos o pastores mongoles.
Javier Martínez señaló que, a pesar de las distancias abrumadores que separan a estas poblaciones, existen «muchas similitudes» culturales entre ellos debido a la común vinculación al manejo del ganado y los desplazamientos en busca de pastos. Los ganaderos de la sierra de Albarracín realizan, por ejemplo, viajes de más de veinte días a pie con sus reses cuando se desplazan a Andalucía con la llegada del invierno. Los lapones realizan periplos equiparables con sus grandes rebaños de renos y los vaqueros alpinos hacen lo propio con sus vacas.
El Museo de la Trashumancia de Guadalaviar ha querido formalizar este año sus relaciones con instituciones homólogas existentes en Laponia, Hungría y Francia creando la Red Europea de Museos Pastoriles. La constitución oficial se celebró el viernes ante la presencia de la consejera de Cultura, María Victoria Broto. Según consta en el documento fundacional, a pesar de las distancias, los organismos asociados «se sienten cercanos en el espíritu y persiguen objetivos similares». Comparten, además, «el interés por investigar, preservar y difundir el riquísimo patrimonio cultural asociado al pastoreo y la trashumancia».