Heraldo de Aragón
Esta lámina de agua, que tiene un punto salvaje dentro de su quietud, tiene una fauna y una flora muy interesante, y el entorno acompaña a quienes se aventuren por la Sierra de Albarracín
El espacio protegido de los Pinares de Rodeno es un secreto a voces entre los amantes de la naturaleza. Casi todo el mundo ha oído hablar de él, y buena parte de los aragoneses con alma de zahoríes se han llegado hasta la Sierra de Albarracín con el convencimiento de que, con o sin varita, hallarán agua entre las piedras rojizas, las sabinas y los pinos negros. Aunque Google Maps y la sobreinformación mata la sorpresa para los no iniciados, la experiencia directa sigue siendo inigualable a la hora de valorar la belleza de un lugar.
La brisa (si la hay:cuánto se agradece ahora cuando aparece) y los aromas todavía no se aprehenden por la red de redes. La visión tridimensional ‘online’ sí suple bastante bien al vistazo físico del viajero, pero… no, no es lo mismo. La laguna de Bezas, sin ir más lejos, hay que pisarla. Los bordes, claro, y con cuidado:tampoco es posible todavía caminar sobre las aguas.
Situada a cuatro kilómetros del pueblo que le da nombre, a esta laguna la rodean amorosos pinos y sabinas albares, y tiene una fauna riquísima, en la que destacan las fochas morunas y diversos anfibios. Igualmente es habitual encontrar en diferentes momentos del año aves migratorias, como la grulla, y también ánades reales. Es una laguna con salida, se llena con agua de lluvia y nieve y no tiene ningún afloramiento; la superficie es de unas cuatro hectáreas cuando está llena.
En la laguna, ‘oculta’ hasta que uno se aproxima muy cerca, hay especies ‘invasoras’ que fueron depositadas allá de manera artificial: se trata de las carpas, introducidas para fomentar irregularmente la pesca. En 1994, la laguna se secó por completo:es la última vez en que los lugareños recuerdan algo así, aunque en este verano tan caluroso se ha estado en un tris de revivir esa situación.
Para completar la excursión
A la laguna hay que ir de propio, aunque esté cerca de la ‘civilización’. La zona rebosa en visitas interesantes, pero una muy atractiva es el Centro de Interpretación de los Pinares de Rodeno, en la casa forestal del puerto de Dornaque; está a 14 kilómetros de Albarracín y apenas siete de la propia laguna de Bezas. Una loa a la roca rojiza en un espacio donde el verde y la piedra también reclaman la atención del visitante.
Entre su oferta divulgativa destaca la muestra sobre la geología de la Sierra de Albarracín, las unidades del Paisaje Protegido en la zona (Rodeno, Loma Rasa y Sierra Carbonera), un análisis de la flora y fauna de la sierra, las manifestaciones prehistóricas del área (especialmente, las pinturas rupestres) y un tema muy curioso: la tradicional obtención de resina de los pinos, que se ha intentado recuperar como práctica de negocio en los últimos años, aunque de manera artesanal y aislada.
Estando en la zona es casi obligado darse una vuelta por la cabecera de la comarca, Albarracín. Se trata de uno de los pueblos más bonitos de España, título que ostenta con todo merecimiento y que, eso sí, exige buenas piernas y fuelle a quienes se aventuren por sus empinadas calles. La catedral es una visita insoslayable, lo mismo que las murallas.