Con solo nueve casas y sin llegar a tener nunca agua corriente, la aldea turolense de Las Casillas de Bezas se mantenía gracias al pastoreo y la agricultura. Alumbrándose con velas y candiles y bajando a surtirse a un manantial cercano, este núcleo rural enclavado en el término municipal de Albarracín se mantuvo heroicamente hasta el año 1984. No fue esta vida esforzada, sin servicios básicos ni adelantos tecnológicos, la que hizo que marcharan sus últimos habitantes, sino la reforestación de pinos impuesta, que prohibía pastar a los rebaños de cabras, principal recurso de la localidad. Se llega desde el camino de Bezas.